Alimentación y conciencia
Sin duda la alimentación ha jugado un papel importante en mi vida, yo diría que ha evolucionado a la par que mi conciencia. Tuve una adolescencia muy difícil precisamente porque no sabía cómo alimentarme. Crecí en medio de una lucha entre las normas familiares cuyo lema era comer más para estar más sano, y las ya emergentes tendencias anoréxicas de la moda. Y yo ingenuamente quería complacer a ambas partes. Sufrí anorexia, bulimia y anemia, y sin estar realmente gorda, probé todas las dietas que pude. Por suerte, en mi sueño por tener una figura esbelta, empecé a practicar religiosamente ejercicio, así como hacerme adicta al agua natural, y a leer ávidamente todo tipo de temas sobre nutrición.
Ahora con cinco décadas de vida, veo que lo que me hizo dejar atrás ese patrón de conducta, fue el ir encontrando mi verdadero sentido de vida, conocer mis valores y darle vida a mis proyectos. Uno de los pilares de mi vida es el respeto, y este tiene que ver mucho con mi cuerpo. He aprendido a decir no a aquello que es bueno para los demás pero no para mí, como lo es el hecho de ser vegetariana; desde hace un par de años soy capaz de escuchar la voz de mi cuerpo para no comer más de lo que necesito, no importa si es sólo una ensalada o un poco más de fruta. Desconfío mucho de la industria alimenticia, aunque sea realmente ética y sustentable, pues para manejar los altos volúmenes de producción, venta y distribución en el mercado, tendrán que hacer uso de conservantes y otras sustancias químicas, cuyas repercusiones tienen altos efectos negativos en la salud. También estoy muy atenta a mis reacciones anímicas, para no caer en la trampa de calmar mi ansiedad o tristeza con sobredosis de chocolate o pasteles. Por último cada vez que me entrego a lo que me gusta, mi trabajo, el deporte, la naturaleza, la lectura o la música, veo que no necesito la comida para llenar ningún vacío ni para obtener la aceptación de los demás. Curiosamente, ahora peso 8 kilos menos que cuando tenía 30 años y disfruto mucho más cada bocado que llega a mi boca.
Guadalupe Cóte, Mexico, 2015